Las estaciones del año, en un clima mediterráneo de montaña como el nuestro, marcan la temperatura y humedad que el jamón requiere en cada etapa de su proceso de curación. Inviernos fríos, idóneos para la primera fase del jamón: el salado, y veranos secos y cálidos, que favorecen la curación natural en bodega, donde el jamón suda, infiltrando su propia grasa en el musculo y adquiriendo unos matices sensoriales inmejorables.
En nuestras instalaciones, la única forma de control de temperatura que tenemos en el proceso de curación natural, son las ventanas. Durante la noche las ventanas se abren para dejar pasar el aire fresco y puro de Sierra Nevada.
Respetando las pautas que la naturaleza nos marca, conseguimos obtener jamones y embutidos exquisitos, en armonía con nuestro entorno y con los recursos que nos ofrece. Sin prisa, dando a cada pieza el tiempo que necesita. Aportando valor a la cadena agroalimentaria, mediante un proceso limpio, honesto y respetuoso.